Papantla
La vainilla y sus Voladores es lo que le ha dado fama mundial a este Pueblo Mágico del estado de Veracruz que, que por si fuera poco, tiene en sus orillas a la zona arqueológica del Tajín, poseedora de la pirámide de Los Nichos, una de las más hermosas del mundo prehispánico.
Ninguno de los rituales prehispánicos que sobreviven hasta nuestros días es más impresionante y conmovedor que el de los Voladores de Papantla.
Es posible que lo hayamos visto ya muchas veces, pero nunca deja de asombrarnos.
En este acto todo es espectacular: el colorido atuendo de los cinco hombres que suben a la punta de un tronco, con pantalón rojo y camisa blanca, que en la cabeza lucen un gorro cónico con un abanico de papel metálico, cuatro listones de colores brillantes, flores y espejitos; el tamaño del madero, que tiene treinta metros de alto; y su manera de descender volando.
Pero lo más deslumbrante, es el hombre que de pie en la parte más alta del poste (cuyo diámetro no es muy grande), y al cual llaman caporal, brinca continuamente mientras toca la flauta y un diminuto tambor.
En la punta del poste hay una rondana que gira y desciende; a ésta está sujeto un marco de madera que en cada lado tiene enrollada una cuerda que se va soltando mientras rota. Cada uno de los voladores se amarra a sendas cuerdas y de cabeza, suspendidos en el aire, comienzan a dar vueltas alrededor del madero, al mismo tiempo que el mecate se despliega paulatinamente.
Todo comienza cuando, listos cada uno en su lugar, el quinto hombre hace sonar su música ritual y empieza a danzar. Sus compañeros se dejan caer al aire y hacen girar el cuadrado al que están amarrados por los pies. Sus primeras vueltas son lentas por la cuerda corta, pero en cada giro la cuerda se va haciendo un poco más larga y con ello las revoluciones se tornan más rápidas.
Así, vuelta tras vuelta, van dibujando una flor que se abre, aunque en realidad son hombres convertidos en pájaros que, con los brazos abiertos, semejan estar suspendidos en el aire; parecen volar trazando un gran círculo en el vacío. Hasta que llegan a la tierra.
Cuando aterrizan, el caporal por una cuerda se desliza desde lo alto hasta el suelo en unos cuantos segundos. Aunque realmente la ceremonia no dura mucho tiempo, resulta un espectáculo hipnótico por la plasticidad que estos indígenas pintan en el aire, por las monocordes notas de la flauta y el tambor, por el riesgo de que pueda caerse a semejante altura quien permanece en la punta, haciendo que los maravillados espectadores vivan unos minutos con el estómago apretado; y por la exactitud con la que todo ocurre al ejecutar ésta, que es la Danza de los Pájaros, cuyo objetivo es pedir a los dioses fertilidad y buenas cosechas.
Los estudiosos de las tradiciones mexicanas, explican que este rito en realidad lo efectúan las comunidades indígenas totonacas únicamente en las fiestas patronales; sin embargo, es tal su espectacularidad, que en muchos otros lugares del país se utiliza como atractivo turístico, lo mismo en el Museo de Antropología de la Ciudad de México, que en el gran teatro del parque Xcaret, en la Riviera Maya, Quintana Roo.
Afirman que no se trata de un espectáculo vistoso de un cuarteto de hombres rotando con el poste como eje, sino que tanto la altura del tronco como el largo de las cuerdas están calculadas para dar el siguiente significado: al descender, cada hombre-pájaro ejecuta trece vueltas que, multiplicadas por los cuatro, da un total de 52, que es el número de semanas en un año; en tanto que el calendario maya tiene trece meses. Aquí, ambas culturas: totonaca y maya, tienen punto de contacto.
“Sin ninguna atadura, el caporal baila en la cima del poste. Gira hacia los cuatro puntos cardinales, comenzando por el oriente que es el origen de la vida. Él es el volador principal, quien guía el descenso de los demás, al tiempo que toca la flauta que simboliza el canto de las aves y el tambor que representa la voz del dios Sol”, afirman en Xcaret.
Un Pueblo Mágico
El poblado de Papantla se localiza en el estado de Veracruz y en el nombre lleva el sino: de origen náhuatl, proviene de la palabra “papanes”, que son unos pájaros de colores brillantes que, curiosamente, no existen en la zona; su significado es “Lugar de pájaros muy ruidosos”. pero para los residentes más antiguos de la ciudad y sus comunidades, el nombre se origina de los términos de la lengua totonaca PAP= luna PAN= lugar TLAN= Bueno, cuyo significado es "Lugar de la Luna Buena" y el cual se identifica con el mencionado ritual indígena.
Una de las especies vegetales más trabajadas y utilizadas por los pobladores de Papantla es la vainilla, con la cual realizan diversos platillos, así como una variedad de piezas artesanales ejecutadas con vainas trenzadas dando forma a animales, plantas e imágenes religiosas.
Es un poblado típico de la sierra Papanteca que posee suficientes atractivos culturales para haber sido declarada “Pueblo Mágico” a finales de 2006, el principal programa de desarrollo turístico que lleva a cabo la Secretaría de Turismo Federal.
Entre sus museos se encuentran el Museo de la Ciudad, el Museo del Totonacapan y el Museo de Máscaras. En estos espacios se puede conocer más de su historia y tradiciones, las cuales también se plasman en la Casa de la Cultura, espacio que cuenta con una exposición permanente de escultura y pintura.
Para finalizar la visita por este espacio mágico se recomienda conocer su amplia gama de productos culinarios como los son las empanadas rellenas, los molotes y el tradicional sacahuil.
Al visitar Papantla, además de tener la oportunidad de recorrer El Tajín, donde antes de entrar hay que ver el ritual de sus Voladores, los principales atractivos que se deben visitar son la Parroquia de Nuestra Señora de la Asunción, el Mural escultórico a la cultura totonaca, el Monumento al volador y once murales más.
El Tajín
Por su parte, El Tajín, ubicado a trece kilómetros de Papantla, es uno de los centros arqueológicos más importantes de las culturas mesoamericanas. La llamada “Ciudad del dios del Trueno” ocupa una superficie de 1.5 kilómetros cuadrados, en donde se distribuyen 168 edificios.
La concentración de monumentos, templos, palacios, altares y juegos de pelota en la zona es notable y un signo diferencial con respecto a otras ciudades prehispánicas halladas en el continente.
La Pirámide de los Nichos destaca entre las construcciones por su perfección geométrica, en la que los 365 nichos distribuidos en la edificación simbolizan la duración del año terrestre. Entre los espacios dedicados al juego de pelota, un ritual profundamente religioso más que un deporte entre los antiguos pobladores, sobresale el Juego de Pelota Sur, cuyas escenas esculpidas cuidadosamente permanecen inalteradas hasta la actualidad.
La existencia de El Tajín fue ocultada con celo por el pueblo totonaco durante la ocupación española, hasta que fue descubierto accidentalmente por Diego Ruiz en 1785. Aunque había sido devorad por la selva, la ciudad llegó a nuestros días conservando el misterio de sus orígenes y su significado ritual, dispuesta a la vista de los que disfrutan del conocimiento de la vida y la cultura de los pueblos antiguos que habitaron la región. Desde 1992 existe en la zona un museo que conserva los hallazgos más importantes realizados en la ciudad. El Tajín revela ante los ojos de los visitantes la riqueza cultural y la complejidad de una de las sociedades mesoamericanas más desarrolladas hasta la llegada de los españoles.