Aventuras en el Filobobos
Junto a la Sierra Madre Oriental
Atzala y Tlapacoyan ocupan una región tropical y lluviosa, bañada por el río Filobobos, donde es posible navegar en aguas turbulentas, visitar antiguas zonas arqueológicas totonacas, y disfrutar de la deliciosa gastronomía veracruzana.
El fin de semana empieza muy ajetreado, partimos desde el sur de la Ciudad de México hacia el municipio de Atzala, junto a Tlapacoyan, muy cerca de la costa, en el centro norte del estado de Veracruz. Después de 3 horas de viaje, arribamos al rancho denominado Cabañas San Javier, frente al poblado La Palmilla a orillas del río Filobobos. Cruzamos un puente colgante y en este desarrollo turístico nos recibe la Tía Olga, acompañada por varias jóvenes expertas en preparar comida regional como tamales, mole, frijoles, discada, y otras delicias culinarias. Este proyecto de gran sustentabilidad, cuenta con varias cabañas y jardines para acampar entre árboles de naranjas, mandarinas y mangos, además proporciona recorridos a caballo y descensos en río.
Cabalgatas y lunada entre vestigios totonacas
Nuestra primera actividad fue probar unos deliciosos tamales de mole negro, otros rojos con pollo y otros más verdes con carne de cerdo. Poco después salimos a cabalgar por las márgenes del río Filobobos y veredas que se entrecruzan por extensos potreros; por un lado corren veloces las aguas del río y a casi medio kilometro están las últimas montañas de la Sierra Madre Oriental. Los caballos avanzan al trote por senderos sombreados por centenarias chacas, de corteza roja y hogar de bromelias, orquídeas y aves diversas. En media hora llegamos a un remanso del río, frente a una enorme pared rocosa: “es la última elevación de la sierra”, nos dice Juan Carlos Niembro, quien es nuestro guía desde la Ciudad de México. Aquí aprovechamos las aguas tranquilas y el calor del día, para nadar un rato y refrescarnos.
Nuestros caballos dispusieron de casi una hora para comer del pasto y las hierbas cercanas a donde los amarramos; después montamos para seguir por una vereda cercana al río, y casi medio kilómetro aguas arriba nos metimos tierra adentro. De pronto nos encontramos ante enormes montículos, semejantes a cerros, varios con más de 20 metros de altura, abundan de todos tamaños y están dispersos en varias hectáreas de terreno. Se trata de una zona arqueológica de la cultura totonaca con antigüedad de cerca de 2 mil años, la cual no ha sido rescatada y continúa entre la maleza; es un sitio contemporáneo de la cercana zona arqueológica de Filobobos formada por el Cuajilote y Vega de la Peña, ubicadas un hora a caballo.
Al atardecer, regresamos agotados y empapados por una de las frecuentes lluvias de esta región tropical. Por la noche todos disfrutamos del calor de un fogata y de la gran luna de octubre; admiramos el revoloteo de cientos de luciérnagas titilando entre las plantas como lejanas estrellas. Fue el momento para escuchar amenos relatos sobre estas tierras, el origen de los pioneros llegados desde Asturias, y cómo la Tía Olga y sus hermanas se ponían luciérnagas entre sus cabellos, para llamar la atención de los bailadores en las fiestas de Tlapacoyan y Altotonga. Ahora, en este municipio se vive la aventura de realizar turismo rural en un entorno familiar y hacer descenso en río o rafting en el Río Filobobos.
Delicias de la Cascada El Encanto
Al día siguiente, el domingo, nos levantamos temprano, porque la cita para el desayuno fue a las 8.30 am, para salir a las 10 am y abordar el vehículo que nos llevaría río arriba, hasta el vecino municipio de Tlapacoyan. Después de 15 minutos de carretera, y pasar por varios miradores, llegamos a un recodo del río Bobos, frente a una cañada formada por dos altas paredes, justo enfrente de la Cascada El Encanto. En pocos minutos nos equipamos con casco, chaleco y remo; acto seguido, recibimos las instrucciones para maniobrar la balsa y evitar caídas en las aguas más turbulentas. Dentro del bote procedimos todos a remar para avanzar hacia el cañón que forma un pequeño arroyo que desemboca en el río Bobos.
El lugar es magnifico, ante nosotros surgió primero una cascada de unos 3 metros de altura, las aguas color cafés de la caída se tornaban blancas por la espuma. Con esfuerzo navegamos contra la corriente, hasta llegar junto a esta pequeña caída; ahí quedamos frente al mayor espectáculo: una espigada cascada con más de 20 metros de caída entre las rocas oscuras. Poco a poco subimos una pared rocosa, hasta quedar frente a la poza y la cascada El Encanto, donde el rocío creado por la caída de agua impregna todo. En estos días lluviosos de octubre el agua es de color café amarillento, pero en días sin lluvia el agua adquiere una bella tonalidad turquesa.
Rafting entre sauces y bambú
Después de nadar bajo la Cascada El Encanto, subimos de nuevo a nuestras balsas, 4 o 5 personas en cada una, con un guía local, experto en sortear los rápidos y rocas de este río. Realizamos el rafting, sin prisas y permitiendo que las corrientes nos impulsaran río abajo; navegamos junto a espigados árboles de sauce, chacas, bambú, y frente a elevadas montañas de la Sierra Madre. En el descenso utilizamos diversas técnicas básicas, aunque esta porción del río no presenta gran riesgo, por sus aguas planas, con pequeñas olas, hoyos y remolinos. Se considera un río Intermedio o Clase III, con porciones de aguas turbulentas, caídas de hasta 2 metros y rápidos que son capaces de voltear o hundir las balsas.
En algunos puntos, los rápidos nos obligaron a remar con fuerza, a mojarnos todo y tener varios caídos al agua. Fue el momento de practicar a gritos: "adelante", "atrás", "derecha", "izquierda", "piso", "alto" y hasta algunos coros. Todo fue diversión, y los guías se esforzaron por hacernos participar, gritar consignas, remar, tomar fotos y disfrutar esta travesía de casi 9 km. Así acabó nuestra aventura en el río Filobobos… Después nos apresurarnos para regresar a la Ciudad de México, en tanto, el cielo se cargaba de nubes oscuras y en pocos minutos cayó un aguacero, que seguro inundó más al río, para que otros aventureros disfruten navegar sus aguas.