Playacar
Hasta hace un par de años, la gente que iba a bordo de los cruceros sólo distinguía la tupida selva, una alfombra de blanquísima arena y el muellecito del pequeño puerto de Playa del Carmen. Hoy, en ese trozo de paraíso se encuentra un desarrollo turístico donde se ha puesto énfasis en resguardar y exponer al mundo los tesoros de nuestra naturaleza y cultura.
Playacar, como se le conoce comúnmente ha sabido integrarse al entorno tropical porque reúne en un solo lugar, rincones aún vírgenes, vestigios prehispánicos y diversión a granel. En sus 320 hectáreas, se respeta a la naturaleza, así por ejemplo, de cada arbusto removido para trazar el proyecto, se han plantado 50 más y el material empleado es propio del entorno.
En la misma situación, la arquitectura incorpora elementos afines a las rústicas edificaciones nativas, los hoteles, por su parte, considerados como ecológicos, sólo tienen dos niveles, con habitaciones dispersas entre la selva.
La fauna del lugar está protegida por las autoridades quienes han establecido una política de concientización entre los huéspedes para cuidar el entorno. De esta forma, en los tres kilómetros de playa, se observa especial cuidado con las especies ahí desarrolladas, como las tortugas. También en el aviario, el visitante, aprende poco a poco a detectar entre la maleza, a docenas de pájaros exóticos. Playacar sustenta a 70 especies de aves, muchas en peligro de extinción.
En otro rubro, existen numerosos restos arqueológicos mayas (57 en total), de los cuales el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) calificó a 13 como monumentos de interés nacional.
Con toda esta gama de posibilidades, el turista llegado a este lugar podrá disfrutar de actividades deportivas acuáticas y terrestres, golf, tenis, excursiones a los sitios circunvecinos de Quintana Roo; admirar la impresionante naturaleza del sitio, navegar y por las noches suelen organizarse eventos culturales sobre arqueología, arte maya o música folklórica.