Nahá y Metzabok
Viajar en México no puede omitir la visita a sus importantes sitios arqueológicos, donde las principales culturas mesoamericanas dejaron su huella, labrada o pintada en piedra, como una herencia invaluable para las nuevas generaciones y para todo el mundo. Aztecas, Mayas, Teotihuacanos, Olmecas, Totonacas, Mixtecas y en sí todas las culturas precolombinas de México, dejaron en mayor o menor medida su testimonio.
Muchos de estos sitios, como Palenque y Bonampak, en Chiapas, Chichén Itzá, en Yucatán, Teotihuacán, en el estado de México y Monte Albán en Oaxaca, por mencionar sólo algunos, son ampliamente conocidos a nivel internacional, pero hay muchos más que no han tenido la difusión de los ya mencionados o que por su tamaño o ubicación de difícil acceso, son menos visitados.
Sin embargo, tienen entre sus muros o simplemente en las comunidades que los habitan, la huella imborrable de la historia, la prueba de la grandiosidad de nuestras antiguas civilizaciones y sobre todo la importancia de ser para México un legado. Entre ellas podríamos mencionar La Venta en Veracruz, Calakmul en Campeche, Dzibilchaltún en Yucatán o Nahá y Metzabok en Chiapas. Nos adentraremos en estas últimas que además de su riqueza natural e histórica, presentan varias peculiaridades.
Sin duda es una grata experiencia el viajar y conocer un filón más de la zona de influencia de la cultura maya, estar en la hermosa región de Nahá y Metzabok, dentro del municipio de Ocosingo -lugar del señor negro, en náhuatl-, en el estado de Chiapas.
Nahá y Metzabok se localizan entre las montañas del oriente del estado de Chiapas, colindando al norte con el municipio de Palenque, al este y al sur con la república de Guatemala, al suroeste con las Margaritas y al noroeste con Chilón, Oxchuc, Altamirano y San Juan Cancuc; la zona arqueológica y sus alrededores -área protegida- cuentan con una extensión de 8,617.49 km² (26.01% de la superficie selvática) y representa el 11.39% de la superficie estatal.
En la entidad existen más de 2 mil sitios arqueológicos para desarrollar un nuevo tipo de turismo cultural, ya que en Ocosingo destacan Yaxchilán, Bonampak, Tonina y últimamente Metzabok y Sibal.
Pero hagamos un poco de historia. A la llegada de los conquistadores españoles, Ocosingo era un pueblo Tzeltal de gran importancia, donde los misioneros se establecieron en 1564, teniendo al frente de su expedición a Fray Pedro de Lorenzo, dominico español que legó también una encomiable riqueza patrimonial histórica, que resalta en la arquitectura de sus templos. Pronto, estos intrépidos catequistas se encontrarían con la riqueza arqueológica que rodea a la zona.
Ésta, cuenta con una enorme riqueza natural, alimentada por una magnífica y densa red hidrológica integrada básicamente por los ríos Usumacinta, Lacantún, Jataté, Tzendales, Perlas y Lacanjá, entre otros, y por los lagos Miramar, Ocotal y Lacanjá. El ecosistema predominante es la selva alta perennifolia, representada en una gran variedad de especies (roble, cedro, caoba, chicozapote, hule, ceiba, etc).
Como parte de la Lacandona, su fauna es rica en especies de todos los géneros: reptiles como la culebra ocotera, la nauyaca de río y la culebra cincuate; mamíferos como la ardilla voladora, jabalí, murciélagos, venado de campo, coyote, jaguar, mapache, ocelote, puerco espín, tamborcillo, tigrillo y venado cabrío; aves como el águila arpía, el tucán y la tucaneta, peces de río, anfibios y muchos otros.
De hecho, en el municipio se encuentran importantes áreas naturales como la reserva de la biosfera Lacan-Tún, el área de protección de flora y fauna Chan-Kin, el monumento natural Yaxchilán y la reserva de la biosfera Montes Azules, que forma parte del Corredor Biológico Mesoamericano (CBM), cuya región fue un santuario pletórico de flora y fauna en la época de las grandes culturas de Mesoamérica, conteniendo dentro de ella una buena parte de la zona sujeta a conservación ecológica Metzabok y a la de fauna silvestre Nahá, sitios que nos ocupan en esta ocasión.
Nahá y Metzabok son comunidades que nacen en la década de los años cuarentas y son zonas idóneas para la exploración espeleológica turística, sin duda alguna.
Como dato interesante diremos que los Lacandones del sur, que habitan Lacanjá Chansaayab, son culturalmente distintos a los del norte, en Metzabok y Nahá, debido a que sus habitantes indígenas son los mal llamados "Lacandones Caribes”, que han convivido con los otros grupos indígenas como Tzeltales, Tzotziles, Tojolobanes, Choles y Mames, entre otros. Es sabido que los Lacandones originales, que habitaron la selva Chiapaneca, se extinguieron en 1712 y los llamados actualmente con ese patronímico son en realidad indígenas provenientes del estado de Campeche, emparentados directamente con los mayas de la península de Yucatán e identificados plenamente como Caribes, los cuales nada tienen que ver con los auténticos Lacandones que vivieron, muchísimos años atrás, en la inmensa selva Lacandona.
Desde abril de 1971, con la designación de la Zona Lacandona, la mayoría de las familias Lacandonas que aún vivían en áreas remotas fueron puestas bajo la protección de los tres poblados principales de “Lacandones Caribes”, Nahá, Metzabok y Lacanjá Chansaayab. A fines de los años setenta, las carreteras comenzaron a comunicar a las comunidades y actualmente muchas cuentan ya con energía eléctrica. Debido al nuevo tráfico y a la televisión, la penetración externa ha comenzado a inundar su cultura tradicional.
Metzabok es la comunidad Lacandona más pequeña. El lago provee de buena pesca y es el recinto de cuevas sagradas y pinturas rupestres. El pueblo comienza a 4 km. del camino principal a El Tumbo, tiene una atmósfera remota y tranquila. Al mismo tiempo dada su lejanía, limita el acceso a las oportunidades económicas. Aún así, los evangelistas han tenido alguna influencia en la zona.
En el caso de Nahá, su población es menor a 200 personas y se enfrenta constantemente con la fuerte presión que ejercen las comunidades de su entorno que, en búsqueda de tierras de cultivo y vivienda, invaden su zona y derriban los antiguos árboles que aún son venerados por los Lacandones.
Las hermosas lagunas cársticas que llevan el nombre de estos sitios arqueológicos, se ubican en la selva Lacandona actual, teniendo además los atractivos turísticos de aventura que se encuentran en la Zona de El Mirador -una cercana estructura piramidal-, las Cuevas Ni-hi 1 y 2, Tzibana, una antigua ciudad maya, con su pintura rupestre mural y sus ruinas, la cueva Metzabok, desde donde se ve el altar y otra pintura rupestre, ambas con el nombre de esta zona.
Desde la Cueva El Mirador se domina visualmente toda la navegación de las lagunas de Metzabok y Tzibana; en su cima se encuentra una estructura piramidal y a escasos 10 metros está la entrada a una cueva cuyo desarrollo pasa justo debajo de la pirámide.
Estas zonas, Nahá y Metzabok, se constituyeron como áreas de protección de flora y fauna para contribuir con el aprovechamiento y conservación de los recursos naturales de la zona. Se consideró que, aunque la superficie incluida en los decretos es relativamente pequeña, las zonas de Nahá y Metzabok tienen una extraordinaria importancia ecológica por sus lagunas, su biodiversidad (entre la que se cuentan especies amenazadas o en peligro de extinción, como el hocofaisán, el águila arpía, el quetzal y el jaguar, además de que en la zona residen dos de las comunidades más antiguas y tradicionales de los lacandones.
Diversos servicios turísticos, que van desde el Hotel Misión en Palenque, Chiapas, hasta diferentes tipos de hoteles en la ciudad de Ocosingo, como el Margarita, el Central y el Agua Azul, así como paseos a la colonia Lacandona de Nahá, complementan la oferta.
Así como las áreas mencionadas, México cuenta con una riqueza privilegiada en cuanto a turismo arqueológico, más abundante en las zonas del altiplano, pero no escasa en el norte y el occidente del país. Todas ellas son orgullo de México y herencia mundial y como tales, son protegidas en su riqueza natural e histórica, pero también, apoyando el desarrollo de sus comunidades.