Acámbaro
Maravilloso destino en la Ruta de Independencia
Al caer la tarde tras las montañas, se ve emergiendo, ubicada en las tierras guanajuatenses, esta bella población que ha visto pasar la historia diariamente a través de los años, desde que fue fundada por los otomíes allá por el año de 1300 d.C., siendo de hecho la primer población fundada en el actual estado de Guanajuato.
Primitivamente llamada Maguayan, por la abundancia de magueyes en la zona, cambió su nombre al caer en manos de los señores michoacanos Hirípan, Tangáxoan e Hiquingare, que en 1425 le llamaron Acámbaro, nombre purépecha que significa también abundancia de maguey; sin embargo, los colonizadores españoles le llamaron, por el año de 1526, San Francisco de Acámbaro, cuando la evangelización del lugar corrió a manos de los padres franciscanos, encabezados por Vasco de Quiroga, quien además de la iglesia y el convento construyó un Hospital de indios.
Plaza principal
Caminar por esta ciudad es algo mágico y constantemente sorprendente; por sus calles abundan las iglesias y templos y otras manifestaciones de fe cristiana, y es que es este un lugar que venera sus tradiciones, con gente que es amable y además hace un pan cuyo sabor difícilmente se olvida, y que les ha dado fama por las “acambaritas”, el pan de leche, las “monas” y el pan de huevo.
Llama la atención en la ciudad su plaza, con su esbelto kiosco rodeado de arboledas y sus farolas de bolas blancas, que le dan un toque más de romanticismo a este sitio que, de por sí, está inevitablemente vocacionado al amor y el cortejo, con sus atardeceres, la música provinciana y las lindas mujeres.
Dentro de su arquitectura es impensable poder atravesar su centro histórico sin quedar pasmado ante la sobriedad y magnificencia del Templo de San Francisco, una obra del Siglo XVII, de estilo barroco, que tiene todos los elementos típicos de la orden sacerdotal que lo levantó; tiene un bello atrio rodeado por 16 pilares que le dan un aire de resguardo y vehemencia, por lo que es el centro de la religión católica del lugar.
Otra iglesia que no se debe omitir al viajar a esta primera villa guanajuatense es el santuario de Guadalupe, que data del Siglo XVIII y que en su interior guarda bellas pinturas del maestro Pedro Cruz Castillo, famoso artista sacro; llama la atención en el lugar el árbol genealógico d la Virgen de Guadalupe, de magnífica hechura e interesante mensaje.
Desde su construcción, en el Siglo XVI, el tempo del hospital ha significado mucho para los acambarenses, ya que fue obra de sus evangelizadores; la fachada plateresca es de lo más puro que se puede encontrar en este tipo de templos y destaca en su altar un Cristo hecho de capa de maíz.
Al seguir caminando por este bello lugar, donde el cura Miguel Hidalgo fuera declarado “Generalísimo de las Américas”, se encuentra el Acueducto, que no es sólo uno más en la geografía de México, sino el único completo; y por si fuera poco, también es la única ciudad en tener una fuente taurina, que es toda una obra de arte de la escultura; también se le llamó la Pila del águila, por tener una de esas aves esculpida en su parte superior; se encuentra a un costado del antiguo Hospital de Indios y tiene un gran valor histórico, ya que también es única en el mundo.
Otros tres templos dentro de la ciudad que son visitas obligadas son el Templo Expiatorio, construidos en 1850 para cumplir una promesa hecha a la Virgen del Refugio a causa de una peste que arrolló a los pobladores de la zona; cumplido el deseo por la patrona, la construcción comenzó de ipso facto, con el fin de no fallar en “la promesa”, por lo que también se le conoce así al recinto.
El otro, es el Templo de San Antonio, una bella construcción de fino estilo toscano, que parece atraer más a arquitectos e historiadores que a las mujeres casaderas, ya que su fachada es inigualable en ese tipo de construcción. Cierra la trilogía prometida el Templo de la Soledad, una eminente obra arquitectónica que preside la plazuela y que es considerado por muchos conocedores como el último reducto otomí en la región.
Otros sitios de interés en Acámbaro son el Monumento a Hidalgo, un bronce que conmemora el nombramiento antes mencionado como “generalísimo”, y que acentúa el valor que, en fechas del bicentenario de la Independencia, tiene esta bonita población guanajuatense, llena de risas de niños, cánticos corales y una vida que constantemente se siente, sin que por eso pierda en algo su esencia provinciana.
Pero no todo en Acámbaro tiene que ver con grandes construcciones religiosas; la vida civil tiene un lugar que durante su historia ha dejado huellas en fincas como el Palacio Municipal o el bellísimo Portal Sámano, además de otros lugares interesantes como la toma de agua que se encuentra en la cañada, y que pese a su ya vetusta estructura, se conserva en perfectas condiciones, siendo una herencia de obra arquitectónica colonial de gran valor y un sitio ideal para visitarse.
Pasa el tiempo y sin duda falta algo -o mucho- por recorrer y vivir en Acámbaro, pero no puede dejarse de ver el Reloj de Sol, que se encuentra en el atrio que comparten los templos de San Francisco y del Hospital; una estructura labrada en piedra que data del Siglo XVI y que por su forma, cóncava, semicircular, permite que se marquen en los números especialmente grabados para ello, los solsticios y las horas del día, siendo un ingenioso trabajo de astronomía rudimentaria, más con conocimientos altamente avanzados.
Así es Acámbaro, como decía al principio, nos lleva de lo cultural e histórico a lo pontífice y religioso; como el ir y venir de las olas, sin darnos apenas tiempo para asimilar una sorpresa, cuando ya nos ha deparado la siguiente; ese es parte de su atractivo, de su hechizo que nos hace ir y volver una y otra vez, sobre todo en las fiestas patrias, en que conmemoramos con otras ciudades de la República Mexicana, la gesta que generó la libertad para todos quienes vivimos y queremos a este país de contrastes e innumerables bellezas.