El Tsonot sagrado de Chichén Itzá


Cenote Sagrado

Cuenta la leyenda que allá en la “la ciudad al borde del pozo de los itzáes”, Chichén Itzá, una pareja de jóvenes cobijaba sus amores en la selva en contra de los deseos de los padres de la joven, pues desde niña su destino ya estaba marcado por los dioses… cuando fuera mayor, sería ofrendada a Chaac, dios de la lluvia, lanzándola desde el altar sagrado que se hallaba al borde de un tsonot, conocido por nosotros como cenote.

El Cenote Sagrado de Chichén Itzá, de forma cilíndrica y caída libre de varios metros hasta el espejo de agua, la recibiría en sus aguas, pues a cambio de su vida, siempre habría lluvias sobre los campos.

Transcurrido el tiempo, llegó la fecha de la fiesta principal, día en que la desolada pareja se tuvo que despedir, no sin antes invadirse de tristeza y verse sometidos ante el poder de las fiestas sagradas, por lo que el joven prometió a su amada salvarla, antes que morir ahogada.

La procesión se dirigió al altar, donde la hermosa ceremonia de oraciones y alabanzas mágicas al dios de la lluvia prosiguió con normalidad hasta que la joven, hermosamente ataviada y acompañada de joyería preciosa, fue arrojada dejando oír un estremecedor grito, para instantes después, hundirse en las aguas del cenote.

El amado de la joven, que había bajado hasta un nivel cercano a la superficie acuática, oculto a los ojos de la muchedumbre, se lanzó presto a cumplir su promesa, pero no faltó quien advirtiera el sacrilegio y avisara a los demás; el enojo fue colectivo y en tanto se organizaban para detener a los fugitivos, éstos muy asustados, lograron huir.

La deshonra del acto fue tal, que el dios de la lluvia castigó a toda la ciudad, por lo que varios años de sequías flagelaron a la población, logrando que muchos huyeran de Chichén Itzá.

Tiempo después, a la hambruna se unieron enfermedades, con lo que la gente, atemorizada, recurría a culpar a aquellos fieles enamorados, de quienes nunca se supo más...