El pájaro dziú

Cantares de Yucatán


Revista Buen Viaje
El pájaro Dziú

Una mañana, Chaac, el señor de la Lluvia, sintió deseos de recorrer los campos de su señorío en Yucatán. Salió muy contento, seguro de que encontraría los cultivos fuertes, pero apenas llegó a verlos, su sorpresa fue muy grande, pues se encontró con que las plantas estaban débiles y la tierra seca.

Se preocupó mucho. Luego de pensar un rato, tomó la decisión de quemar todos los cultivos, así la tierra recuperaría su riqueza y las nuevas siembras serían buenas.

Entonces le pidió a uno de sus sirvientes llamar  a todos los pájaros. El primero en llegar fue el dziú, un pájaro con plumas de colores y ojos cafés. Apenas se acomodaba en una rama cuando llegó a toda prisa el toh, un pájaro negro cuyo mayor atractivo es su larga cola llena de hermosas plumas.

Poco a poco se reunieron las demás aves, entonces Chaac les dijo: Necesito hacerles un encargo muy importante, de él depende la existencia de la vida. Muy pronto quemaré los campos y quiero que ustedes salven las semillas de todas las plantas, ya que esa es la única manera de sembrarlas de nuevo para que haya mejores cosechas en el futuro. Confío en ustedes… el fuego está por comenzar.

En cuanto Chaac  terminó de hablar el pájaro dziú pensó: Voy a buscar la semilla del maíz; creo que es una de las más importantes para que haya vida.  En tanto, el pájaro toh se dijo: Tengo que salvar la semilla del maíz, todos me van a envidiar  si la encuentro primero.

En medio del fuego, el dziú volaba desesperado en busca de los maizales, pero había tanto humo que no lograba verlos. En eso, llegó el toh, más cuando vio las enormes llamas, se olvidó del maíz y decidió tomar una semilla que no ofreciera tanto peligro. Entonces, voló hasta la planta del tomate verde, donde el fuego aún no era muy intenso y salvó las semillas.

Al dziú no le importó que el fuego le quemara las alas; por fin halló los maizales, y con gran valentía, fue hasta ellos y tomó en su pico unos granos de maíz.

El toh no pudo menos que admirar la valentía del dziú y se acercó a felicitarlo. Entonces, los dos pájaros se dieron cuenta que habían cambiado: Los ojos del toh ya no eran negros, sino verdes como el tomate que salvó, y al dziú le quedaron  las alas grises y los ojos rojos, pues se acercó demasiado al fuego.

Chaac  y  las aves reconocieron la hazaña del dziú, por lo que se reunieron para buscar la manera de premiarlo. Y fue precisamente el toh, avergonzado por su conducta, quien propuso que se le diera al dziú un derecho especial:  Desde hoy, podrá poner sus huevos en el nido de cualquier pájaro y cuidaremos de ellos como si fueran nuestros.

Las aves aceptaron y desde entonces, el dziú no se preocupa de hacer su hogar ni de cuidar a sus crías. Sólo grazna su nombre cuando elige un nido y los pájaros de alrededor miran si acaso fue el suyo el escogido, dispuestos a cumplir su milenaria promesa.

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