La Palabra Sagrada Maya
La palabra en el Mundo Maya se relacionaba con el poder emanado de un dictamen divino y fue a través de la palabra como los mayas históricos corporeizaron su imaginario religioso, nombrando y evocando a entidades inorgánicas que interactuaban en su cotidiano.
Comentamos en un artículo anterior que los soberanos mayas se nombraron ahauob’ que quiere decir, los que determinan o hablan fuerte, los “Señores de la Palabra”, y es que en el mundo precolombino la palabra era una extensión del alma, implicaba compromiso y ubicaba a los seres humanos delante del cosmos, quizá por ello, la vírgula de la palabra que observamos en algunos códices, emerge de la boca de los “Señores de la Palabra” para luego enroscarse en sí misma denotando que después de ser colocada en el aire, irremediablemente sus efectos y consecuencias regresarán hacia nosotros.
Escritura y Maíz
En el Mundo Maya, los dioses fueron caprichosos y los seres humanos sintieron una irrenunciable necesidad por satisfacerlos, los mitos mayas de la Creación nos indican que antes de nuestra Era, existieron dos quasi humanos que fueron elaborados en barro y madera, respectivamente, pero se mostraron incapaces de pronunciar los nombres de sus creadores y así reconocerlos, por ello fueron destruidos para finalmente crear a nuestra especie que se manufacturó con granos de maíz.
El poder de los ahauob’ se justificaba con sus palabras y con sus significantes, la tradición oral permitió la permanencia del corpus ideológico de los ahauob’ hasta que se percataron que debían dejar un testimonio que trascendiera al tiempo, a la impermanencia y a sus vidas mismas; fue así como surgió la escritura ideográfica-conceptual, una escritura jeroglífica que respondía a las necesidades del discurso de los ahauob’, como un recurso mnemotécnico con el que invocaban a las presencias divinas que les otorgaban el poder. Al contrario del origen económico de la escritura sumeria -que apareció como un medio para contabilizar el excedente de producción agrícola y la plusvalía-, la escritura maya nació como el fruto de una compleja parafernalia que dio forma a la estructura política de los gobiernos de los ahauob’.
Entre los siglos VIII y VII antes de nuestra Era, los mayas heredaron el imaginario religioso, matemático y jeroglífico de los pueblos zoques y olmecas, siglos después lo sublimaron de manera exponencial. En la periferia de Chiapa de Corzo, Chiapas, se localiza una importantísima zona arqueológica del mismo nombre que data del siglo VI antes de nuestra Era, en la que se desarrolló una sociedad intermediaria entre los pueblos mayas y los zoques, en el sitio destaca un Witz (pirámide en maya), conocido como “Montículo 11” en el que fueron enterrados tres cuerpos, el de un hombre de aproximadamente 50 años, ataviado con sartales de más de un millar de cuentas de jade, llevaba un taparrabo al que le fueron incrustadas minúsculas perlas; pendientes de jade en forma de lagartos (símbolo de la Tierra) y cucharillas ajorcas, pulseras, brazaletes, un espejo de pirita, una máscara con ojos de obsidiana y 15 vasijas; en otra zona de la excavación se localizó el cuerpo de la que pudiera ser su esposa y el de un joven sacrificado que al parecer fue “aventado” a un foso y murió del impacto, desconocemos la identidad y circunstancias por las que llegaron hasta el interior del Witz ya que en el entierro no se localizaron textos jeroglíficos.
Hacia el 400 a. C, hay testimonios de escritura jeroglífica en la ciudad olmeca de La Venta y mucho antes en San José del Mogote, Oaxaca, donde al parecer nació la escritura en Mesoamérica. Los pueblos mesoamericanos que desarrollaron la escritura jeroglífica reflejaron en sus textos primigenios el interés por fechar los eventos humanos y relacionarlos con el Tiempo Divino. Hacia el año 900 antes de nuestra Era y en la ciudad olmeca de San Lorenzo, el maíz experimentó un crecimiento acelerado y, en consecuencia, los rituales dedicados a los Héroes Gemelos pasaron a un segundo término y fueron suplantados por el culto al Dios del Maíz, en ese momento, la dieta mesoamericana dependió de ésta oleaginosa y se instauró el periodo de los ahauob’, quienes inscribieron y pintaron la historia de sus vidas y sus obras que hoy podemos leer traducir y comprender para descubrir la mentalidad de los Señores de la Palabra.
¿Qué nos dicen los jeroglíficos?
En el Mundo Maya existieron cientos de idiomas pero para la escritura jeroglífica se sirvieron del cholano occidental como idioma común, con excepción del norte de la Península de Yucatán donde los textos jeroglíficos como los de Ek Balam, se leen en maya peninsular; la diferencia entre ambos es similar a la existente entre el portugués y el castellano, ignoramos por qué dentro de la diversidad de idiomas mayas el cholano occidental prevaleció como lenguaje común pero aún se hablan algunas variantes del cholano occidental y eso es extraordinario ya que los mayas de la región de Palenque pueden leer los textos jeroglíficos de sus mayores… en su idioma.
Los mayas escribieron en pieles de venado, papel amate y en cerámica e inscribieron en piedras calcáreas y madera un elenco de intricados textos jeroglíficos que nos narran tanto la vida cotidiana de los nobles mayas, como los secretos de su universo divino. La escritura con pincel es ágil y de caligrafía ligera, podríamos decir que se puede paragonar con la escritura manuscrita, en tanto que la de imprenta sería la escritura que localizamos en la lapidaria y es más fácil de leer y traducir. Cada ah dzib (el de la escritura) tenía su propio estilo de caligrafía y eso nos sitúa en un desafío mayor por la diversidad de estilos pero descubrimos en algunos ah dzibob’ una verdadera búsqueda estética relacionada con el sonido mágico de las palabras mayas.
La mayoría de los idiomas mayas son lenguas aglutinantes y tonales, como el chino mandarín o el tailandés, en los que una palabra puede tener diferentes significados según la entonación que se le de a las vocales. El idioma maya peninsular cuenta además con glotaciones particulares que producen sonidos complejos como si uno tosiera o expulsará un objeto de la garganta al mismo tiempo que se pronuncian las palabras. En este sentido, en su ensayo Chi siamo, storia de la diversità ummana, los lingüistas Luca y Francesco Cavalli Sforza nos informan que los idiomas con glotaciones son considerados como los más antiguos del planeta, entre ellos, destaca además del maya peninsular, el bosquimano de Sudáfrica.
Los textos jeroglíficos de la lapidaria narran las ascensiones al trono, guerras, conquistas, desgracias, capturas de prisioneros, matrimonios, rituales y danzas sagradas entre otras actividades de los ahauob’ y de los dioses que rigurosamente se enmarcaban en la el concepto circular del tiempo maya y se databan dichos eventos en tres cuentas calendáricas: el Tzolk’in que era un calendario ritual, el Haab que era el calendario agrícola-solar y la Cuenta Larga, medida del tiempo con la que los ahauob’ se emparentaban con los dioses. El lenguaje jeroglífico es metafórico y naturalista, refleja el sentimiento de unicidad que experimentaron los mayas con la naturaleza y con el cosmos; sus frases alegóricas a los astros o a las flores se relacionan con la guerra y con las almas de tal suerte que la condición violenta e impermanente del universo los condujo a la captura y sacrificio de sus iguales y la sutil estancia en la tierra seguía el frágil pero luminoso ciclo de las flores.
Encontramos jeroglíficos que contienen diversas posiciones de manos y están relacionadas con el arcaico lenguaje de los cazadores y de los chamanes, éstas grafías nos indican que los ahauob’ poseyeron los secretos de la otredad milenaria, del poder del ensueño y de la invocación a entidades inorgánicas que como aliados participaban de las ambiciones humanas o quizá pudiera ser que fuera al revés, lo cierto es que el lenguaje sagrado maya abría portales y ventanas al tiempo para comulgar con entidades divinas, al igual que lo hicieron en tiempos sin memoria, los chamanes boreales para salvaguardar a sus pueblos e interceder y negociar la restauración de los dones divinos que se suspendían cuando los humanos quebrantaban los tabús, así entonces, los ahauob’ heredaron ese bagaje cultural y guiaban a sus pueblos por los destinos cósmicos a través de sangrías, danzas y ceremonias públicas en las que ofrecían su sacrificio corporal para emparentarse en esencia con sus entidades divinas pronunciando palabras sagradas.